el hijo único caminó a campo
traviesa
transpuso el desierto
y el río de los años,
paso los umbrales
sin darse cuenta
anduvo por las calles,
la fuerza le apareció
en oportunas circunstancias,
sus libros tuvieron marcas
en las hojas indicadas,
el mar se le abrió
-en el preciso instante-
en que quiso atravesarlo,
eligió las preguntas, las personas
los maestros
la propia escuela de su barrio,
ya no tiene años
ahora cuenta por décadas
los calendarios,
aprende y sigue
no le está dado completarse,
todos los porteros lo invitan
ya no necesita de las llaves
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