Yo no
imaginaba esa cosecha,
que los amores dieran tantos árboles
con sombras
de ternuras,
que una
lluvia persistente y fina
favoreciera
aquellos crecimientos,
que aquellas
raíces de savias y perfumes
alumbrara
hijos y amores en mi pecho,
yo que había
demorado las semillas
se me llenó de girasoles el firmamento,
y vinieron
del norte y del sur
la caricia
de los vientos,
del este y
el oeste los alimentos,
el vino
añejo de los encuentros,
sólo era
cuestión de reflejar y resonar
aquellos
dones de la infancia,
que afuera
sea algo parecido a lo de adentro,
sólo era
cuestión de emancipar mi palabra,
mirar el
horizonte detrás de esa neblina,
oler los
aromas de la gente, rozar la piel de mis contactos,
escuchar la
música insondable de los afectos…
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