He
perdido el metro, esa marca universal, que nos marca,
lo
deje olvidado fuera de mi caja de herramientas,
tal
vez esté en alguna mesa
o
caído del cielo, olvidado, por el suelo,
para
algunos podría ser una tragedia
por
aquello del comercio “ y el cobro justo de impuestos”,
aquella
longitud, desde hoy tiene para mí
incertidumbres
absolutas y relativas,
más
puedo vivir sin ella – me refiero al patrón-
que
no se confunda la medida;
inalterable
– parecido a dicho calibre-
ha
quedado mi vida, quizás un poco más serena,
ahora
mido con mi braza con la ambigüedad que implica,
de
esta manera, a mi modo de ver
los
mapas tienen fronteras imprecisas,
quizás
mi vara es más tosca y artesana,
sólo
puedo decir que desde que perdí la citada magnitud,
mis
deudas son más flexibles y mis culpas
más
humanas y más chicas.
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