Le he sacado las arrugas a la piel de esa madera,
en su dermis encontré aquel perfume,
más hondo los colores,
y allá, en las cercanías de su médula
las vetas caprichosas y hermosas de su infancia,
presuroso –como un poeta que va olvidando sus poemas
sin lápices en la intemperie de sus caminatas-
llegué al tuétano de sus años
y con la destreza de un cirujano
extraje de su carne aquellos clavos oxidados,
el trabajo aún no ha terminado
con lija fina sano sus costados
y en este juego feliz y
fugaz, me doy cuenta
que yo también soy madera
y tú: mi artesano
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