Quizás porque mi padre vendía metales viejos,
miscelánea de su compraventa.
Quizás por encontrar un por qué a mis incertidumbres
-que finalmente me trataron muy bien-
Quizás por recuperar alguna cosa
de esos rezagos de aquellas guerras.
Quizás para pescar algún olvido
de sus primeras ternuras.
Quizás por esos pocos instantes –irrepetibles-
las pequeñas
cucharitas que endulzan los sabores agrios.
Quizás porque las mezcolanzas de la vida –por cuenta
propia-
hace sus propios arreglos a espaldas de nuestros deseos.
Quizás por haber encontrado el antídoto del miedo
en el asombro temprano de mis juegos.
Quizás porque tú me enseñabas a separar en montañitas de
niño
el plomo, el bronce, el cobre y toda la aleación de sus
amigos longevos.
Quizás porque vos estabas cerca en aquellos tiempos – y
yo también-
antes que se torcieran los senderos
Quizás por ello –para emular tus cuentos-
martillaba las rueditas de plomo de aquel trencito de los
reyes de enero.
Quizás porque allí – hasta esos momentos-
podías dar cuenta de tus afectos
Quizás por ello –hoy- hago esculturas con deshechos
con mecánicas cansadas de los corralones viejos.
Quizás por ello, de los residuos, de las últimas virutas
mi almacén de niño me rescata de los inviernos
Quizás por ello, las formas me encuentran
cuando mis letras se pierden en el agujero negro del
universo.
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