¿acoso este paisaje no es también tu escritura?
mujer leída en los tránsitos de asfaltos y ocultos empedrados,
tablero de ajedrez con piezas de cemento, desmesura de alfiles, damas y torres,
mecánicos animales de vértigo a contramano de tus parques
Y el río perenne y siempre nuevo
oxímoron al fin de tus cambios,
alquimia de hombres mercantes y cultos,
la pobreza incomprensible de tus bordes mientras se derrama cereales en tus desagües
y tu pampa cercana, de Molina Campos en otros almanaques
“sin altos ni bajos” al decir de Don José,
o de Juan en su orillas,
sin hielos ni desiertos – poblada - llena de luces parpadeantes
sábado, 30 de julio de 2011
jueves, 21 de julio de 2011
Las emociones viven en un conventillo.
Mi casa es un conventillo totalmente ocupado. En él viven también,
parientes cercanos y lejanos. A veces vienen en comparsa, sin que los invite, los llame o tenga ganas de estar con ellos, de pronto, irrumpen y se instalan en mi living pequeño.
El patio de uso exclusivo y bien común, es amplio, dilatado, popular y solidario. Hay un parral añoso con una glorieta enmarañada, la sombra verde como toldo natural refresca las tardes del verano. Macetones rojos, obesos de tierra con helechos y malvones bien cuidados. Espacio que se llena de voces, coro a veces armónico y otras disonante.
Baldosas de dos colores, una suerte de damero, el ajedrez soñado por Borges. Al patio miran todas las piezas, algunas con celosías, esas que esconden con celos los objetos más preciados.
En ese ámbito cercado –la micro aldea- una vez por año se renuevan los colchones, una maquina manual apunta a los rincones y en la ochava se vuelve a recuperar aquellas lanas. Las mujeres reciclan los pulóveres, una trama de abrigos en su urdimbre, tejiendo redes multicolores.
Heterogenia comunidad de hombres y mujeres, personajes de todo tipo, una miscelánea humana, entre ellos, poetas cuyos versos no han tenido papeles con olor a imprenta, también cantores, artistas bohemios que asustan a la sociedad capitalista, occidental y cristiana.
La Esperanza con su fe y utopía, suele hacer ñoquis algunos domingos, excitada se levanta a las seis de la mañana, y en el sueño junta los afectos en su mesa grande, invita a la familia Alegría y a la Felicidad. Tres platos el menú, entre ellos, el estofado.
Al aire libre sin vergüenzas ni secretos la abuela Ad-miración, cura el “mal de ojo” sabe internamente de la mirada persistente y maliciosa de mezquinos y envidiosos. En un plato sopero, lleno de agua hasta sus bordes, deja caer unas gotas de aceite sobre la uña de su pulgar, y estas al derramarse se precipitan sobre el agua con extrañas figuras – yo desconozco que encuentra y cual es su terapia. Me fascina su empeño y la ceremonia.
En el centro de la casa pernoctan el Temor, la Ira, la Tristeza y el Placer, sus irrupciones son exageradas pero sus acciones no duran mucho tiempo, ya que sostener tales extremos fatiga en exceso.
Organizar la convivencia no es fácil, yo estoy con ellos todos los días; gente laburante de buenos y malos modos: - algunos parientes es mejor perderlos que encontrarlos, pero vió- que puede hacer uno, son de la misma sangre -.
Hay Ofertas y Demandas de todo tipo, algunas innombrables. La comedia y la tragedia van juntas como hermanas a todos lados, una va adelante y la otra detrás y frecuentemente se cambian, según la suerte de las monedas – que uno advierte - en el teatro de sus caras.
En el bodegón de la esquina, la Ambición con insomnio sirve café a los perdedores de la noche. Eros juega a las cartas con Thanatos, uno jovial, extrovertido y esperanzado, el otro pálido, mineral, callado. Edipo compra su nueva casa lejos de su madre.
La Ira siempre tiene el corazón agitado y las manos rojas, quizás por desmesura. El miedo un masculino de rostro pálido, la Felicidad frecuentemente entusiasmada y de buen estado de ánimo. El amor calmo, tierno, satisfecho y relajado, La sorpresa siempre eleva las cejas con sus ojos desorbitados, el Disgusto hace muecas, La tristeza con su paso lento, aplastado y cansado, la avaricia tan glotona de saberes, objetos y poderes.
Con todos convivo, me tocan, me rozan, habitan y deshabitan mis estancias.
parientes cercanos y lejanos. A veces vienen en comparsa, sin que los invite, los llame o tenga ganas de estar con ellos, de pronto, irrumpen y se instalan en mi living pequeño.
El patio de uso exclusivo y bien común, es amplio, dilatado, popular y solidario. Hay un parral añoso con una glorieta enmarañada, la sombra verde como toldo natural refresca las tardes del verano. Macetones rojos, obesos de tierra con helechos y malvones bien cuidados. Espacio que se llena de voces, coro a veces armónico y otras disonante.
Baldosas de dos colores, una suerte de damero, el ajedrez soñado por Borges. Al patio miran todas las piezas, algunas con celosías, esas que esconden con celos los objetos más preciados.
En ese ámbito cercado –la micro aldea- una vez por año se renuevan los colchones, una maquina manual apunta a los rincones y en la ochava se vuelve a recuperar aquellas lanas. Las mujeres reciclan los pulóveres, una trama de abrigos en su urdimbre, tejiendo redes multicolores.
Heterogenia comunidad de hombres y mujeres, personajes de todo tipo, una miscelánea humana, entre ellos, poetas cuyos versos no han tenido papeles con olor a imprenta, también cantores, artistas bohemios que asustan a la sociedad capitalista, occidental y cristiana.
La Esperanza con su fe y utopía, suele hacer ñoquis algunos domingos, excitada se levanta a las seis de la mañana, y en el sueño junta los afectos en su mesa grande, invita a la familia Alegría y a la Felicidad. Tres platos el menú, entre ellos, el estofado.
Al aire libre sin vergüenzas ni secretos la abuela Ad-miración, cura el “mal de ojo” sabe internamente de la mirada persistente y maliciosa de mezquinos y envidiosos. En un plato sopero, lleno de agua hasta sus bordes, deja caer unas gotas de aceite sobre la uña de su pulgar, y estas al derramarse se precipitan sobre el agua con extrañas figuras – yo desconozco que encuentra y cual es su terapia. Me fascina su empeño y la ceremonia.
En el centro de la casa pernoctan el Temor, la Ira, la Tristeza y el Placer, sus irrupciones son exageradas pero sus acciones no duran mucho tiempo, ya que sostener tales extremos fatiga en exceso.
Organizar la convivencia no es fácil, yo estoy con ellos todos los días; gente laburante de buenos y malos modos: - algunos parientes es mejor perderlos que encontrarlos, pero vió- que puede hacer uno, son de la misma sangre -.
Hay Ofertas y Demandas de todo tipo, algunas innombrables. La comedia y la tragedia van juntas como hermanas a todos lados, una va adelante y la otra detrás y frecuentemente se cambian, según la suerte de las monedas – que uno advierte - en el teatro de sus caras.
En el bodegón de la esquina, la Ambición con insomnio sirve café a los perdedores de la noche. Eros juega a las cartas con Thanatos, uno jovial, extrovertido y esperanzado, el otro pálido, mineral, callado. Edipo compra su nueva casa lejos de su madre.
La Ira siempre tiene el corazón agitado y las manos rojas, quizás por desmesura. El miedo un masculino de rostro pálido, la Felicidad frecuentemente entusiasmada y de buen estado de ánimo. El amor calmo, tierno, satisfecho y relajado, La sorpresa siempre eleva las cejas con sus ojos desorbitados, el Disgusto hace muecas, La tristeza con su paso lento, aplastado y cansado, la avaricia tan glotona de saberes, objetos y poderes.
Con todos convivo, me tocan, me rozan, habitan y deshabitan mis estancias.
viernes, 8 de julio de 2011
El misterioso autor del Palimpsesto.
…, giró sobre sus talones, en el preciso instante en que sonaban las campanas de la Sacré Coeur anunciando la medianoche, estaba vagando por Montmartre, en la Place du Tertre ya no quedaban rastros de los artistas que por la tarde jugaban a representar lo imposible. Cruzo la calle empedrada y angosta a unos pasos del café bar “ Le Sobot Rouge”, se demoró con paso cansino hasta La Bonne Franquette y cuando estuvo frente a La Maison Rose, hurgueteo en sus bolsillos buscando con intranquilidad el arma corta que portaba, tomó la Rue des Saules y en la intersección con St. Vicente se encontró con el cabaret “ Lapin Agile”, enfrente un viñedo, en un lugar extraño, de nos más de una manzana, mostraba sus uvas en medio de la ciudad. Un ruido a sus espaldas, agitó su corazón y Lo perturbó , giró nuevamente sobre sus talones y desenfundó rápidamente su lapicera…
, como explicar que el que escribe no soy yo, el que escribe es otro yo, un lector que hace apuntes y tiene ocultas intensiones, un coleccionista de fragmentos inventados, un colectivo de personajes que aún no han vivido, sujetos que ignoran que la posteridad en el papel es una ilusión inútil.
El cuerpo del escritor se desvanece en el mismo instante en que se nombra. ¿cómo representar los olores y sabores? ¿definir el rubor de la vergüenza o la palidez amarilla del horror? Y así en una lista casi interminable: la sangre, el sudor de las manos, la respiración suave y tranquila, el dolor de la lumbalgia, el tono muscular en alegrías y desgracias, el amor rosado en las mejillas, esa mirada que habla, aquella actividad frenética de la eufória…
El escritor es y no es, su realidad es la paradoja, el oxímoron, el diario íntimo y eterno. Una suerte de noctámbulo solitario y lento, con nombres reales y falsos, de pseudónimos varios.
El imaginario sujeto que escribe para otro imaginario, debatiéndose entre la opacidad y transparencia, espacio de un papel desierto donde los plurales le superan. Su invisible figura en la escritura no puede enfocar cual lente la precisión objetiva, congelada y cristalizada de una máquina fotográfica, que siempre promete utilizar, mas (sin tilde) guarda en los estantes.
Sus intentos son como una terapia con dos escrituras, lector y escritor que se miran al espejo, sin saber cuál es el terapeuta. Papeles al fin que se borran, se re-escriben, y se llenan de enmiendas, tachaduras y notas al margen.
La narrativa, mientras tanto, más plástica y flexible, reduce la identidad a un susurro tan suave que no distingue las huellas del que las transita, buscando todos los días una voz propia en un lenguaje universal. Repeticiones, redundancias, temas que vuelven a la misma hoja, mientras la vida provee de alegrías y decepciones a todo el mundo, ergo, la escritura perpetua.
Lo que fue, lo que será, lo que está siendo, como el agua que abraza y modela su circunstancia, el escritor es un delincuente que niega en las mañana las confesiones de las sombras de su noche.
En los umbrales de la literatura el hombre no controla nada, ni la lluvia fina de su paisaje, la palabra que le marca la cancha, el corazón loco que irrumpe caprichoso en su descanso –el desasosiego de sus arritmias-, entonces, el viento se le mete en sus hendijas, y se le vuelan las hojas sin su nombre.
, como explicar que el que escribe no soy yo, el que escribe es otro yo, un lector que hace apuntes y tiene ocultas intensiones, un coleccionista de fragmentos inventados, un colectivo de personajes que aún no han vivido, sujetos que ignoran que la posteridad en el papel es una ilusión inútil.
El cuerpo del escritor se desvanece en el mismo instante en que se nombra. ¿cómo representar los olores y sabores? ¿definir el rubor de la vergüenza o la palidez amarilla del horror? Y así en una lista casi interminable: la sangre, el sudor de las manos, la respiración suave y tranquila, el dolor de la lumbalgia, el tono muscular en alegrías y desgracias, el amor rosado en las mejillas, esa mirada que habla, aquella actividad frenética de la eufória…
El escritor es y no es, su realidad es la paradoja, el oxímoron, el diario íntimo y eterno. Una suerte de noctámbulo solitario y lento, con nombres reales y falsos, de pseudónimos varios.
El imaginario sujeto que escribe para otro imaginario, debatiéndose entre la opacidad y transparencia, espacio de un papel desierto donde los plurales le superan. Su invisible figura en la escritura no puede enfocar cual lente la precisión objetiva, congelada y cristalizada de una máquina fotográfica, que siempre promete utilizar, mas (sin tilde) guarda en los estantes.
Sus intentos son como una terapia con dos escrituras, lector y escritor que se miran al espejo, sin saber cuál es el terapeuta. Papeles al fin que se borran, se re-escriben, y se llenan de enmiendas, tachaduras y notas al margen.
La narrativa, mientras tanto, más plástica y flexible, reduce la identidad a un susurro tan suave que no distingue las huellas del que las transita, buscando todos los días una voz propia en un lenguaje universal. Repeticiones, redundancias, temas que vuelven a la misma hoja, mientras la vida provee de alegrías y decepciones a todo el mundo, ergo, la escritura perpetua.
Lo que fue, lo que será, lo que está siendo, como el agua que abraza y modela su circunstancia, el escritor es un delincuente que niega en las mañana las confesiones de las sombras de su noche.
En los umbrales de la literatura el hombre no controla nada, ni la lluvia fina de su paisaje, la palabra que le marca la cancha, el corazón loco que irrumpe caprichoso en su descanso –el desasosiego de sus arritmias-, entonces, el viento se le mete en sus hendijas, y se le vuelan las hojas sin su nombre.
jueves, 7 de julio de 2011
Ánimo fugaz de una tarde de invierno.
Necesitaba que el frío le pegara en la cara,
que la incomodidad le madurara en las entrañas,
entre los ocres silenciosos y lentos del domingo,
a contramano: el celeste intenso -a lo lejos-
y el frío húmedo de ese invierno,
¿qué amarillas hojas le quedaban al árbol de sus versos?
que la incomodidad le madurara en las entrañas,
entre los ocres silenciosos y lentos del domingo,
a contramano: el celeste intenso -a lo lejos-
y el frío húmedo de ese invierno,
¿qué amarillas hojas le quedaban al árbol de sus versos?
miércoles, 6 de julio de 2011
¿Quién soy?
Siénteme como desees,
piénsame como quieras,
imaginame como gustes,
en mis rectas y en mis curvas,
en las ficciones,
en mis espacios que ignoras
amada, mirada, leída, cuidada,
en mis accesos,
en el dolor de mi periferia,
en los íconos altos o largos de mi río
búscame calma en la siesta ausente
de los barrios.
piénsame como quieras,
imaginame como gustes,
en mis rectas y en mis curvas,
en las ficciones,
en mis espacios que ignoras
amada, mirada, leída, cuidada,
en mis accesos,
en el dolor de mi periferia,
en los íconos altos o largos de mi río
búscame calma en la siesta ausente
de los barrios.
lunes, 4 de julio de 2011
Apuntes de un maestro.
Cuando estoy en el camino de la enseñanza, hablo mucho y escucho poco.
Cuando he aprendido, es decir, cuando algo ha cambiado en mí,
hablo poco y escucho mucho.
En lo primero hago preguntas. En lo segundo me pregunto.
Al inicio controlo. Más tarde confío.
Y en ese orden: acumulo o condenso, cierro o amplio, copio o re-escribo, imito o soy creativo.
Más ser humano no es tan claro y meridiano, los sabores se entremezclan, los colores son marmolados y los sonidos combinados…
Andar recto es imposible, hay curvas de ascenso y curvas de declive,
planicies onduladas con algunos remolinos,
la naturaleza es circular como la letra manuscrita.
Y a solas me pregunto: ¿quién es el maestro? ¿quién es el alumno? ¿quién habla? ¿Quién escribe?
Cuando he aprendido, es decir, cuando algo ha cambiado en mí,
hablo poco y escucho mucho.
En lo primero hago preguntas. En lo segundo me pregunto.
Al inicio controlo. Más tarde confío.
Y en ese orden: acumulo o condenso, cierro o amplio, copio o re-escribo, imito o soy creativo.
Más ser humano no es tan claro y meridiano, los sabores se entremezclan, los colores son marmolados y los sonidos combinados…
Andar recto es imposible, hay curvas de ascenso y curvas de declive,
planicies onduladas con algunos remolinos,
la naturaleza es circular como la letra manuscrita.
Y a solas me pregunto: ¿quién es el maestro? ¿quién es el alumno? ¿quién habla? ¿Quién escribe?
sábado, 2 de julio de 2011
Bollito de papel.
Al “Papelón de la Redonda”. Santa Fe
Mundo que vuela
luna, planeta –pelota que juega-
palabras que viajan de ida y de vuelta,
correo fugaz de emoción eléctrica,
las manos que esgrimen el lápiz
o sostienen la levedad de una idea;
corazón que viaja sin barreras
directo al destino que sueña,
puente que nos acerca,
los primeros discursos y aquellos amores
de andar por la escuela
y fuera de ella.
Mundo que vuela
luna, planeta –pelota que juega-
palabras que viajan de ida y de vuelta,
correo fugaz de emoción eléctrica,
las manos que esgrimen el lápiz
o sostienen la levedad de una idea;
corazón que viaja sin barreras
directo al destino que sueña,
puente que nos acerca,
los primeros discursos y aquellos amores
de andar por la escuela
y fuera de ella.
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