A la Gracia de Graciela.
Me he quedado un rato en ti,
entre las piernas de tu duermevela,
en esa pereza del domingo
después de las fiestas,
cuando los pájaros sostenían sus palabras,
en el insomnio de nuestra mañana,
en las ganas de quedarnos
en los remolinos que el tiempo nos regala;
mantuvimos el hechizo sin decirnos nada,
-yo sabía que tu cantabas-
mientras yo escribía
en la ondulante espalda –sobre una línea larga-
entonces tu te dormías
y yo me despertaba.
domingo, 26 de diciembre de 2010
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