diluye las piedras que cristalizaron sus dolores,
tiene la razón y los afectos en un sensible y armónico equilibrio,
no pierde los dulces sabores de la vida,
valora con exacta dimensión las toxinas que distingue,
los tiempos de saturados sentidos no nublan su horizonte,
no elude los conflictos, sabe que no está en el paraíso,
ha aumentado algunos grados su perspectiva,
saca a la luz las sombras de su conciencia,
acepta los sueños como sabios consejeros,
expresa su agresión sin comerse sus propios dientes,
diferencia la paradoja de la incoherencia,
el esperado momento al instante preciso,
cuando la tolerancia se transforma en sumisión,
hace tiempo que sabe que es cuerpo,
recupera el poder de decir “no”
respeta lo sagrado.
viernes, 4 de junio de 2010
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