No alcanza
con dioses y demonios
para entender al mundo
tenerla clara
es osadía arrogante
-simplicidad aterradora-
estamos hechos
de pasiones claras y oscuras
somos mujeres y hombres de misterios
en aquellos claroscuros
nuestros mejores
colores
en los agridulces:
-el banquete
de los humores-
en esa opacidad
la neblina
del espejo
amamos, abrazamos, acariciamos
-transitamos por el intermedio-
herimos, desgarramos, destripamos
en la narrativa de la piel
degustamos frutas agridulces
el beso de la vida y sus astillas
momentos plenos
instantes difusos
espacios que van de la ira a la ternura
fatigas de oponerse al desamparo
cosechas de cien granos
lluvias mansas en los campos
la revelación del yo frecuentemente es tardía,
con los años el inconsciente
es más elevado que profundo
re-conocerse es un camino perpetuo,
aquellos suspensos volátiles
sustento de los sentido (s)
evanescentes sueños,
deslices de palabras,
fragmentos impensados
en esos mares
no hay reglas de buen arte
sólo la aventura de animarse
anuncian, anticipan, advierten,
despiertan ese insomnio iluminado,
nos da señales a favor y a contramano
el asombro está el agua de sus fuentes
en los quicios aceitados de sus puertas
en las buenas relaciones de lo real e imaginario
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