sábado, 9 de enero de 2010

“La sabiduría del inconsciente” (inocentes especulaciones).

No alcanza
con dioses y demonios
para entender al mundo

tenerla clara
es osadía arrogante
-simplicidad aterradora-

estamos hechos
de pasiones claras y oscuras
somos mujeres y hombres de misterios

en aquellos claroscuros
nuestros mejores
colores

en los agridulces:
-el banquete
de los humores-

en esa opacidad
la neblina
del espejo

amamos, abrazamos, acariciamos
-transitamos por el intermedio-
herimos, desgarramos, destripamos

en la narrativa de la piel
degustamos frutas agridulces
el beso de la vida y sus astillas

momentos plenos
instantes difusos
espacios que van de la ira a la ternura

fatigas de oponerse al desamparo
cosechas de cien granos
lluvias mansas en los campos


la revelación del yo frecuentemente es tardía,
con los años el inconsciente
es más elevado que profundo


re-conocerse es un camino perpetuo,
aquellos suspensos volátiles
sustento de los sentido (s)

evanescentes sueños,
deslices de palabras,
fragmentos impensados

en esos mares
no hay reglas de buen arte
sólo la aventura de animarse

anuncian, anticipan, advierten,
despiertan ese insomnio iluminado,
nos da señales a favor y a contramano

el asombro está el agua de sus fuentes
en los quicios aceitados de sus puertas
en las buenas relaciones de lo real e imaginario

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