jueves, 5 de diciembre de 2019

El director de orquesta.



Es sabido que una orquesta sinfónica tiene instrumentos  de viento (madera y metal) de percusión y  de cuerda.

Imaginemos que las emociones son las cuerdas, es decir, violines, violas, chelos, contrabajos, arpa y piano…que las acciones o  los actos, es decir los comportamientos estén a cargo de los vientos, entre ellos,  flautín, flautas, oboes, corno, clarinetes, fagot, saxofones, trompetas, trompas, trombones y tuba          y por último que los pensamientos estén a cargo de la percusión, timbales, caja…

Siguiendo con este ejercicio de fantasía no nos olvidemos que allí enfrente está un señor con su batuta que se encarga de mantener el tiempo, la entrada de los  instrumentos, el espíritu de la obra…   Sería un verdadero caos que las emociones se hicieran cargo de todo el concierto creyendo que ellas son toda la orquesta.

Continuemos con esta ficción, dándole poder ahora sólo a los pensamientos, irrumpiendo con sus alocados momentos con solistas agitados pensando que la actuación sólo es de ellos.

Por último para terminar este ensayo de quimeras soñemos que las acciones o los actos la asumen la polifonía de los vientos, conjeturen la luchas de egos por hacer prevalecer el núcleo duro de la  identidad de cada uno de ellos.

Afortunadamente hay un director que pese a su ansiedad de conciencia hace entrar a cada uno en exquisita  armonía . Aún en  los silencios el equilibrio es perfecto.

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