Lo
importante a veces es la letra chica que casi es invisible.
 
 
Soy
un discreto lector, debería leer más ya que también tengo pasión por la
escritura, tengo que confesar que escondo un secreto hasta ahora por mí
inadvertido, cuando leo reescribo entre líneas.
 
Me
gusta la concentración, el perfume condensado, el jarabe exquisito, ese elixir
de uno o dos renglones.
 
 
Leo
algunas frases, me detengo,  conjeturo lo
que escribiría con posterioridad el autor y hasta lo escribo, con sorpresa
observo que los textos son parecidos ¿quién de los dos estará haciendo plagio?
 
 
Mis
cuadernos de notas son desorganizados, caóticos, escrituras fragmentadas,
títulos inconclusos, dibujos, cuadros, servilletas de apuntes que luego serán
pegadas en el cuaderno, recortes de diarios y revistas, folletos de una
exposición, expresiones de la gente que me llaman la atención, observaciones,
interrogantes, lenguajes corporales, lo visible y lo invisible de aquellos
lenguajes, lo simbólico, lo conjetural…
Incluso
mis apuntes del taller de escritura tenían una desestructura parecida. Libros
recomendados, lista de lo que debería leer, libros elegidos, libros que me han
regalado.
Lo
curioso es que el caos termina ordenándose, no sé con qué método, también
desconozco las  fases de ese proceso, lo
cierto es que de repente aparece la coherencia y la cohesión del texto y se
alinean las palabras.
Debo
aclarar que a veces me gusta jugar con los vocablos, dichas licencias a veces
desorientan al lector y el relato ya no transita por las rectas del renglón
sino por los caminos sinuosos de mi mente y por los laberintos de mis
subjetividades.