Mediados
de Noviembre de 2024.
Con el mismo impulso inicial con que empiezo cada clase, con
parecidas energías y disposiciones, cada grupo responde a su manera.
Hay algunos que sintonizan una parecida corriente de
afectos entre el maestro y los aprendices, aunque el
primero en cierta manera también lo es, en el sentido que enseñando reaprende
lo aprendido y hasta a veces desaprende por que el conocimiento ha envejecido,
aquellas certezas ya no se sostienen y el mismo docente tiene la necesidad de
renovar su propio aprendizaje.
En esos casos nos enamoramos más de los saberes, lo
degustamos de otra manera, sentimos un goce y una pasión por lo que hacemos y
compartimos, y esto incluye el amor por nuestras alumnas y alumnos. El aula
trasciende sus límites y se enseña y aprende también en los márgenes, en un
encuentro casual en una galería o subiendo una escalera y así el afuera también
resulta una escuela y todo es formación aún los dolores que cada uno lleva.
En la alquimia de esa argamasa formada por diversos
materiales: verdad, respeto , humildad,
convivencia, participación, diálogo, circulación de la palabra, no exento al
uso de las letras (literatura); construimos aquel puente que nos une y al cabo
de un tiempo dejamos los andamios y más tarde entre pares continuamos la tarea a
sabiendas de aquella necesidad de seguirnos formando.
En esa complejidad de los vínculos, en un contexto
horizontal, la comunicación no es un
mensaje unidireccional, por el contrario es circular, va y viene y permitirlo y
ejercitarlo es darle una dimensión de política democrática a la tarea de ser un
facilitador de aprendizajes.
Ahora todos docentes, es el momento de suspender las creencias,
interpelar e interpelarse, descubrir sus puntos ciegos, la perenne tarea de la
formación.
Al fin de cuentas, es el “Eros” esa mezcla de deseo, placer,
goce y pasión por lo que hacemos.
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