La inocencia es un privilegio de los niños pero no de los adultos.
La
ignorancia en algunos aspectos es una característica de todos, por ello
seguimos aprendiendo, aunque no se puede justificar la ignorancia cuando
ignoramos intencionalmente algo que consciente o inconscientemente sabemos.
En la
adultez la ingenuidad es una justificación de nuestros errores no forzados.
Aprender y
desaprender es el eterno juego del
crecimiento.
No saber, no
poder y no querer son límites difíciles de enfrentar.
A nuestra
evolución cerebral, neuroplasticidad de por medio, es deseable agregar una
evolución mental.
La capacidad
de seguir aprendiendo depende de nuestro deseo.
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