“Ante el dolor de los demás” (libro de Susan Sontag) uno
también se reconoce, como podemos ser empáticos si no nos acercamos al lugar de
los demás. Es difícil hablar del dolor y
más aún del sufrimiento, cuando uno escribe o habla sobre él, se reconoce
humano, vulnerable. Muchos huyen de esa pesadumbre como si nunca los fuera a
alcanzar, sin ellas no aprendemos. Ellas son parte de la vida, la literatura
abraza todo lo humano, todo lo contiene, no esquiva lo incómodo, lo bello, lo
triste, lo alegre, lo grato y lo ingrato.
A veces el roce de una tristeza ajena también nos invade
Visitamos la casa de alguien que había muerto hace más de
dos años, pandemia en el medio. Ahí estaban los vestidos en el ropero sin un
cuerpo que ponerse. Los libros -ladrillos olvidados- que nadie volvió a leerlos.
Los objetos de los viajes, siempre inertes, que han perdido
los recuerdos, los espejos oscuros que duermen su sueño, en el ambiente hay un
perfume de encierros. El reloj sin movimiento borra el pasado, aquellos
momentos.
A la noche, al principio sin saberlo, me invadió esa pena
extraña…
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