No comprendo el azar, las representaciones de sus juegos, la ruleta, la taba, los números pares o impares, el cubo de azúcar previamente dividido en dos mitades en su cara superior donde se posará por alguna contingencia aquella mosca, entre otras invenciones.
No comprendo aquellos dados que toman esas decisiones, esa
moneda que gira en el aire y define algún destino. No creo en la buena y mala suerte más no puedo decir que no
exista, confieso que me duelen sus
arbitrariedades. Abandono la búsqueda de alguna razón en el laberinto de las
preguntas y las respuestas inconclusas.