Existe una expresión en francés “arrondir
les angles” que significa limar las
asperezas. Tal expresión me atrajo desde el primer instante, a tal punto de considerarla una regla en el
arte del buen vivir, o en el arte de no
amargarse la vida.
El problema de las reglas es que no todos
coincidimos con ellas, de tal suerte que el tema de respetarlas se transforma
en una problemática de la práctica. De todas maneras uno tiene que ser
coherente con su forma de andar por el mundo, o al menos con sus
intenciones, aunque no tenga mayorías de adherentes y
pertenezca a una reconocida minoría, o sea, decir, pensar y hacer proyectando su idea de
convivencia hacia un futuro aunque no pueda verlo en el presente, algo así como
vivir hoy de acuerdo a como uno concibe la utopía del futuro.
Pienso en las formas de comunicarnos, es
decir de relacionarnos, desde lo que decimos hasta como lo decimos, tal vez en
ese preciso lugar tenemos que hacer una lectura de las palabras que usamos, una
lectura de nuestro trato con nosotros mismos y con los demás, una lectura de la entonaciones, de la voz, de la mirada, de
la mímica y de la expresión corporal.
En esos aspectos tendríamos que aprender de
los escultores cuando trabajan para
redondear los bordes afilados de sus materiales, como suavizan las líneas, como
redondean los bordes y liman las asperezas. Esmerilan, devastan, lijan todo
aquello que resulta duro o afilado a los sentidos. Pulir, alisar, suavizar,
degastar, en definitiva expresarnos en los múltiples lenguajes de una manera más amable.