viernes, 8 de enero de 2021

El fantasma de la memoria de mi padre (Diálogo conjetural).

 


              

               Santa Fe, última semana de 2020 y algunos días del mes de enero de 2021 en Rosario.

 

“Supongo que es imposible entrar en la soledad de otro. Sólo podemos conocer un poco a otro ser humano, si es que esto es posible, en la medida en que él se quiera dar a conocer. Un hombre dirá: “tengo frío”, o temblará y de cualquiera de las dos formas sabremos que tiene frío. Pero ¿qué pasa con el hombre que ni dice nada ni tiembla? Cuando alguien es inescrutable, cuando es hermético y evasivo, uno no puede hacer otra cosa que observar; pero de ahí a sacar algo en limpio de lo que observa hay un gran trecho”   Paul Auster. La invención de la soledad.

Uno esculpe la memoria y el olvido con los materiales que tiene disponible. El tiempo modela los personales instantes y se  hace lo que se puede con lo que se tiene, de tal suerte que aquella escultura es una construcción permanente.

Aquí y ahora, me dejo  llevar por ese hilo invisible que tracciona, como el cauce de un  río que en  este instante me transporta.

Yo quería conocer las razones de aquellos malestares, el por qué y el para qué de algunos mensajes manifiestos en mi salud, el primer hallazgo fue que las razones eran los sentires. En el último año con ciertas molestias físicas percibía una especie de cansancio que incidía en la energía de mis emociones.

Encontré deshechos, reliquias, hallazgos y un rompecabezas de piezas aún inconexas, pistas que necesitaban ser  investigarlas.

Lo encontré en los suburbios  de mi mente. Graciela “R” me había dado unas pistas por dónde buscarlo; lo cierto es que yo había dejado de iluminar los escondites  de los barrios de la periferia.

Estaba cerca de la laguna de los olvidos dónde los papeles escritos se vuelven blancos, dónde un cartel nos recuerda los riesgos de la desmemoria, mientras otro, su antónimo, nos advierte del sufrimiento de “Funes el memorioso”.

-Estoy enojado con vos- fue mi saludo inaugural-

-Mierda es la palabra que me aparece en estos casos, me cuesta escribirla pero no decirla; mierda con tu mierda, me cansé con esa mierda que invadía todos los espacios, además de haber sido un reverendo pelotudo hubo momentos en que no podías hacer más cagadas, yo en esas circunstancias terminé siendo tu padre y no  a tu imagen y semejanza, porque eso era lo que temía, te borré, te traspasé, te transcendí, corte de un golpe ese nudo gordiano, renuncié a mi fidelidad al clan y hoy ya no me banco los costos de aquellas repetidas batallas-

-Estoy enojado con tu adicción de jugador, me cuesta conjugar los verbos  porque es un pasado presente.  Estoy enojado con ese juego peligroso de perderlo todo en un momento, incluso los sueños compartidos. No comprendo tanta estupidez, tanto dolor innecesario, tanta inteligencia malgastada-

Nos miramos profundamente como dos hombres que conocen su presente y su pasado, los dos habíamos alcanzado la vejez con la curiosidad de un destiempo que ahora nos emparentaba, tal vez porque los muertos se detienen en sus años y uno los termina alcanzando,  al fin  nos podíamos enfrentar al diálogo incómodo y sanador de la verdad.

-Ya no tienes cuerpo, tu muerte son esos huesos que yo creía olvidados, pero estás en mi cabeza con esas sombras de palabras inconclusas, yo necesito curarlas y vos tal vez necesites estar libre de esa prisión en la que te he confinado, siempre he odiado los candados oxidados.

Me escuchó en silencio, como asintiendo, vencido – Yo no supe o no puede superar mis impedimentos, también tuve mi propia novela familiar y no pude salir de aquellos laberintos. Me siento avergonzado, lo siento por todo el sufrimiento que te he causado, no tengo palabras para justificar mis errores-

-Lamento haber estado ausente, silencioso, solitario, no haber encontrado los momentos de charlas, de las cosas que te pasaban y sentías-

Heme aquí con esta ira, producto de mis frustradas ilusiones, ya es hora de dejarla porque termino estando enojado de mis enojos, tal vez sea necesario recordar lo que merece recordarse  y olvidar lo que amerita olvidarse, tarea poco sencilla porque no es voluntaria. El camino más realista es aceptar que el recuerdo y el olvido vienen mezclados y en aquella argamasa están los dulces y los amargos-

- Tal vez esté haciendo un collage de tu figura, tal vez pueda mirar otros ángulos, ampliar el cuadro, reencontrarme con el cuento que me contaste, ser compinche en los trabajos, los recreos en los obrajes con sartén de huevos, panes y ajos, aprender el oficio de conducir aquel camión desvencijado, las aventuras de los viajes, compartir los sudores para ganarse el mango, aprender a separar el bronce, el cobre, el hierro y el estaño, los arreglos con alambres, hacer la casa limpiando los ladrillos usados…

-Siento pena por algunas cosas de  tu historia, pero no es mi historia, tus zapatos no son mis zapatos.

Exorcizo tu fantasma, me hubiese gustado haberlo hecho mucho antes …

 

 

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