lunes, 9 de julio de 2018

Sobre las vivencias del Ego.




El ego es un personaje orgulloso, esculpe su figura en los mármoles, graba sus propias tablas, se tatúa el pecho con señales, frecuentemente con la ciega fidelidad de sus clanes, sujeto o sujetado de las buenas y de las otras dudosas herencias de su numerosa  aldea.

A veces en las tertulias con la conciencia, territorio más amplio de aquel plano, algunas/os se dan cuenta que los dados no siempre están cargados y que la suerte no cambian el balance de lo sembrado, que cada uno lleva su propio peso y el cuerpo no carga o a veces se descarga de los pesados pasados de los muertos.
También el ego para dominarnos , elige un ancestral sufrimiento, lo aloja en su laberinto  y demora años en dejarlo suelto.
Así  hemos aprendido lo bueno, lo malo y lo intermedio, siempre bien mezclados estos condimentos, decisiones de uno y del tiempo.

Por momentos la caligrafía de los egos nos es familiar; hay instantes en que la escritura –en mi caso- se deja llevar y a ahí su forma se olvida de vigilar, es cuando juega a ser más pequeño y menos formal.

Como hijo único, el ego, vive cierta soledad, desde el umbral de su casa, necesita moverse, un tiempo libre, salir a caminar, necesita con alguien conversar; si ello no ocurre se torna temático, obsesivo, jactancioso… repite palabras y emociones, canta su única canción sin matices ni expresiones.

Lo Imagino habitando un paisaje dilatado, con predominio de los planos, olores habituales, colores extremos, una voz monocorde  y un eco de sus tradicionales frases.
Se altera sobremanera cuando uno (?) cambia algo de lugar, los sellos deben estar donde deben estar, cada objeto debe estar en su lugar.

En sus crisis de control tiene necesidad de cierta  humanidad, esta verdad no lo hace más feliz, el miedo a ser flexible lo aleja del contacto social, pero ahí va con sus ciclotimias,  por momentos  conservador  por momentos radical.
Al ego hay que tratarlo con respeto, con la empatía de verlo ni tan cerca ni tan lejos. Es necesario escribirle y leerle cuentos, ¿quién le escribe? y ¿quién le  lee? es otro cuento.



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