Un
interrogante de Imelda Ferrero.
En principio
nos mira a nosotros mismos
tal vez
porque no podemos ver nuestros propios ojos
el asombro o
el desagrado de esos rostros
a no ser por
un espejo que siempre repetirá una pose
un ojo
impersonal que observa ajeno a tu conciencia
“la cámara
lúcida” de Roland Barthes
selfies de nuestra complacencia o crítica;
también nos
miran los otros
los que
escapan a las influencias de nuestros egos
a esos
deseos del claroscuro del inconsciente
–hombre o mujer- tan sabio y tan perverso
con sus
diablos y sus santos tan bien mezclados;
nosotros nos
buscamos en la mirada de los otros
el
complemento que equilibra la balanza
el eco de
nuestra relaciones en sus modos y sus acciones
la
percepción ampliada, la afinación perfecta de la palabra.
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