Pythagorio, Samos, Grecia, 30 de mayo
de 2016.
Escribo en los apuntes del viaje, una
carta a sí mismo, una especie de expreso de entrega inmediata, un mail de
los tiempos modernos, tal vez parezca irónico pero es importante aclarar que
los tiempos de la escritura y la lectura son distintos, aunque ambos tienen en
común la soledad, siempre hay una pausa entre un estímulo y otro.
Escribo mirando el mar Egeo, en las
sillas de los hoteles, balcones que anteceden a la playa en los desayunos de
las mañanas o en las tardecitas donde se sientan los cansancios cuando el sol
también se duerme.
Aquí y ahora en la cuna occidental
ensayo estas letras a las que siempre recurro, amante perdido de estos signos.
Alguien diría que para escribir no hay que hacer nada, todo un trabajo
para la cultura judeo cristiana, para filosofar, afirmaría otro, hay que tener
mucha plata, eufemismo de riqueza material, una mujer podría agregar con
un estilo menos académico pero si de una claridad enfática, para escribir
hay que estar al pedo, palabras que no son de mi predilección, mas no puedo
tenerles miedo a expresiones tan acostumbradas a la cotidianeidad
coloquial. Expresiones todas que desautorizan a cualquier gran maestro.
No obstante puedo afirmar que ninguna
de estas causas se relacionan con esta enfermedad compulsiva de mi grafía,
aunque puede ser muy ostentoso autoproclamarse escritor, eso lo deberían
decir los otros.
Lo cierto es que esta actividad
la hago en todos los lugares, en Argentina, en Brasil, en Turquía…tampoco
este hábito reconoce estaciones sean estas las comunes de nuestro
calendario o los ciclos de la medicina china.
La primavera estaba envejeciendo, los
veraneantes se demoraban, las playas estaban concurridas pero tranquilas, en
este contexto reflexionaba, los lectores podrían objetar que en dicho
ambiente y condiciones el pensamiento es más benévolo, las cuestiones mundanas
se ven con más optimismo y el criterio se distorsiona.
Retornando el tema central con el
objeto de garantizar la coherencia y cohesión del discurso y tratando de
ser objetivo en el análisis, recordaba que la manía a la que hacia referencia
anteriormente sucedía a la mañana, a la tarde o por la noche, de tal suerte
que, la repetición del suceso era azaroso, aspecto que incomoda a muchos,
por el no control de los hechos o de la experiencia que se desea
observar.
Tampoco respondía a una fase de
anabolismo o catabolismo, la costumbre nació en la adolescencia, aunque todos
los orígenes son dudosos, y se prolongó en la adultez inicial y avanzada,
lo prueba hoy mis 66 años. Es decir aquel síndrome no
corresponde a un periodo etario en particular, aspecto digno de mencionar
para darle algunas entradas científicas al asunto.
El deseo, la necesidad, la motivación,
inspiración, estimulo condicionado o .., de la pulsión o comportamiento
compulsivo , para no pelearme con las corrientes teóricas de los epistemólogos
o con los cientistas de la educación, no tiene por lo visto, como factor
interviniente, circunstancias ni temáticas especiales.
Escribo o re escribo cuando acumuló un
monto elevado de ansiedad o en la tranquilidad y la calma. El contenido es un
péndulo que oscila en los extremos o en sus movimientos medios y naturales, esa
variedad va desde los temas existenciales como el amor, la felicidad, la
soledad o la muerte, entre otros, hasta un perro o un gato que me mira.
Ahora en Ornos, a 4 km de Mikonos
(Grecia), 1 de julio de 2016.
Por las mañanas un perfume persistía en
el aire, el verano se acercaba con unos calores prematuros, los hoteles se
hermoseaban, la gente salía, caminaba, se animaba.
Aquel arte antiguo -sistema de
comunicación y expresión- me produce una excitación a veces placentera, a
veces incomoda y densa, no podría atribuírsele sólo al goce (a veces lo es), ni
sólo a la melancolía (a veces también lo es).
Hay instantes en que la aflicción,
aparece en el espacio-tiempo de un semáforo, cuando en esa minúscula
pausa acontece una chispa de inspiración que llega o irrumpe sin que uno lo
programe, entonces apresurado busco un lápiz y un papel y anotó poseído
un renglón, un verso, sin que mi cerebro alcancé a analizar una palabra, por
una fracción de segundo pienso en verso y al cabo de andar imaginariamente por
el renglón, me estaciono para conservar el hechizo y las letras no escapen al
olvido.
Anotó en mis apuntes, en un block de notas,
en los márgenes de los diarios, en el borrador que está al lado del teléfono,
subrayo las revistas y los libros, con flechas pongo palabras claves, un
renglón, una metáfora, un asterisco que menciona otro libro, escribo en las
servilletas de los bares o de los restaurantes, en el dorso de las tarjetas, en
el ticket de una compra, hago un dibujo precario, y todo ello para que las
ideas no se pierdan, se olviden o desaparezcan.
Soy un observador tardío y por ende un
escritor lento, me sale naturalmente la poesía o lo que podría aproximarse a
ella, me detengo mucho tiempo en encontrar la palabra justa o aquella que
resulte impecable para cada situación, la condensación de las letras resultan
de esta manera un jarabe añejo. El mundo pega tantas cachetadas que lo
asimilo en dosis homeopáticas y así lo manifiesto en el papel.
No escribo por trabajo, tampoco soy un
escritor negro que hace tareas por encargo y presta servicios de incógnito como
un fantasma.
Sostener la grafía resulta por sus
efectos como una clase de estímulos aeróbicos, sea esta de natación, atletismo,
ciclismo o danza, entre otras, o una sesión de expresión corporal, yoga , o el
método Feldenkrais…sin excluir cualquier deporte, uno comienza estas
actividades de una manera – a veces desganada y perezosa- y descubre en sus
finales que su estado ha cambiado y experimenta satisfacción y
cierta plenitud que no sentía en sus inicios.
En cierta oportunidad un equipo de
trabajo en mi profesión docente me pidió que preparará las palabras
primeras como prefacio de una reunión de supervisores de nuestra
área en la Provincia, en la organización previa, en su planificación
estratégica y en la intimidad del equipo me dijeron que mis formas y mis modos
serian una introducción perfecta para la temática del encuentro y
agregaron algunos condimentos irrepetibles para mi pudor de escribiente.
Atenas, domingo 5 de junio de 2016.
Consideraciones y análisis de algunos
datos.
De las pocas certezas que esgrimo creo
que mi lápiz va a morir parado, evocando la canción del Señor Rubén Blades,
conjetura difícil de probar con el método científico tradicional.
Quizás otra hipótesis digna de indagar
en futuros estudios sea, habida cuenta de los hallazgos de las incertidumbres
expuestas del fenómeno, la necesidad de comprender al mundo que gira para
cualquier lado, tal vez escribir nos traiga una tranquilidad ilusoria, de allí
la necesidad de la gente de entenderlo a través de distintos sistemas y
teorías, unas preguntas sin respuestas asustan, los agnóstico son creyentes
peligrosos. Es probable que en realidad nadie sepa cómo funciona el mundo, todo
puede llegar a ser conjeturas e interpretaciones.
Desde mi caligrafía el mundo no se pesa
ni se mide, y esto de por sí ya constituye una terapia de la palabra que
paradójicamente debe su valor a su aparente inutilidad.
A título de Conclusión.
Tal vez la cuestión sea más simple y
sencilla, escribo porque me “piache” y porque me hace bien.
Rosario, martes 21 de Junio de 2016.
En el habitad natural confirmo la
conclusión.