He cometido pecados
terribles en la escritura, he omitido algunos tildes, grave falta de ortografía –si las hay-, palabra que para
un malintencionado como yo, ya está subida de tono. No deseo por ello ir al
infierno de las letras, ni ser considerado un infiel de los –“Santos Mandatos Batman”.
No sé porque siempre
preferí la semántica, y los verbos más que los sustantivos, aunque tuve algunos
problemas con ciertas conjugaciones, en mi caso las acciones siempre
sobrepasaron a las descripciones, toda una definición ideológica.
No es políticamente
correcto admitir esta actitud revolucionaria de mis letras, desde aquí en más
seguramente seré investigado en la web por estas expresiones.
Me gusta ver las
palabras en movimiento, como juegan y saltan en el renglón, tengo una actitud
lúdica con ellas y hay muchas que me seducen en su desnudez inicial; es un
placer acompañarlas en sus tránsitos aeróbicos y hasta cuando hacen una pausa
en cualquier lugar con una simple coma –como diciendo- “pido gancho”. Me atrae
su impostura cuando intercambian el orden y modifican un
sentido y ese juego a las
escondidas en aquellos laberintos.
Mis letras se criaron
en el barrio y no en la escuela, hasta mi biblioteca estaba afuera, también
pública, pero en el borde de ese territorio de lo informal, aquellas hojas
crecieron de noche, en la sequedad de mis desiertos. Ella es mi amante fiel, compinche de mis faltas de
ortografía.
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