La puerta.
La casa tenía puertas abiertas, cerradas,  otras ciegas y algunas parcialmente entornadas.
A los  habitantes
de aquellos cuerpos  no le costaba
demasiada energía abrirlas o cerrarlas. Los accesos a estos lugares públicos o
privados eran parecidos y comunes  en
todas  sus   particulares moradas. Cada dueño de su imaginario
castillo, subía o bajaba el  puente
levadizo según sintiera placer o amenaza.
Una noche,  un sueño, 
a uno de esos habitantes  se le
presentó   una puerta invisible y desconocida.  Era difícil describirla,  los hallazgos eran fugaces,  los sueños tenían –como siempre- un código
extraño.
Uniendo fragmentos, pequeñas pistas, juntando
las partes, aquella puerta se materializó en su conciencia. La visitó cien veces,
y otras cien se sentó frente ella frente a ella a contemplarla, se preguntaba,
entre otras cosas, que había detrás de sus umbrales, y hasta le puso WD40 a sus óxidos
y engranajes.
Un día –inesperado- utilizó todas sus fuerzas –
que le reservaron los años- empleo toda sus energías para al fin abrirla y traspasarla...
Sé de otros
habitantes que no han logrado mover sus puertas personales, algunos creen que
no existen y muchos las han ignorado.
Difícil tarea dar pruebas de cosas que no se pesan, no se miden, ni siquiera hay fotos  que puedan dar constancia.