martes, 11 de octubre de 2016

Caminando por la calle de los trabajos pasajeros.


Ahora que están de moda las Neurociencias, puedo decir sin  inferir ninguna locura, que estoy caminando por una calle neuronal de algún recuerdo, que mi cerebro esté recordando es posible comprobarlo –tarea de algunos entendidos- que el recuerdo sea real es más complicado, argumento que prueba que con la ciencia no alcanza, para vivir también se necesita del arte.

Recorro imaginariamente aquellos territorios, paisajes otrora conocidos (?), el andar del diario trajinar, los cotidianos ritmos de sus clases, en el presente distantes, lejano horizonte laboral de un pasado incomprobable.

La geografía mental de este ejercicio  me lleva a caminar por sus senderos, laberintos borgeanos, a pesar de resultarme  familiar estos lugares un sentimiento de extranjero me invade,  ingrediente de extrañeza que hace más siniestro el viaje.

Las baldosas veían mis pasos con la indiferencia mineral que suelen mostrar los objetos  que nos aventajan en los calendarios , la altivez de los mármoles en las escaleras,  impactan en mi decepción personal, ya no me extrañaban , aquellos paseos han terminado siendo un viento etéreo que sopló más de treinta años.

Uno de mis defectos fue haberme creído parte de una minoría, que siempre da cierto orgullo y prestigio, no en el sentido de clase, sino en el sentido de buscar un sentido a nuestras prácticas, en realidad ese número pequeño en la escala era más grande de lo que pensaba,  aunque no tan grande como para producir significativos cambios planetarios. Aunque tengo la certeza que muchos han cambiado, condición imprescindible para seguir aprendiendo y enseñando, sumando la pasión, la esperanza y la fe.

Estaba convencido y aún lo estoy que siempre se puede cambiar algo. Yo leía en los finales de las clases algún poema o algún cuento, esperando que alguna palabra germinara. Nada revolucionario, sólo ser coherente, comprendernos, respetarnos…


No reniego de aquellos tránsitos porque también soy lo que fui, ciertos amores y ciertos desvelos de los quehaceres hubieran querido otras circunstancias, pero el balance es perfecto, sin aquellas circunstancias mis elecciones hubieran sido otras y otros los andares. Con el tiempo y  esfuerzos sostenidos los entornos también cambian, incluyendo procesos y aprendizajes.

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