martes, 21 de junio de 2016

Carta a sí mismo.



Pythagorio, Samos, Grecia, 30 de mayo de 2016.
Escribo en los apuntes del viaje, una carta a sí mismo, una especie de expreso  de entrega inmediata, un mail de los tiempos modernos, tal vez parezca irónico pero es importante aclarar que los tiempos de la escritura y la lectura son distintos, aunque ambos tienen en común la soledad, siempre hay una pausa entre un estímulo y otro.

Escribo mirando el mar Egeo, en las sillas de los hoteles, balcones que anteceden a la playa en los desayunos de las mañanas o en las tardecitas donde se sientan los cansancios cuando el sol también se duerme.

Aquí y ahora en la cuna occidental ensayo estas letras a las que siempre recurro, amante perdido de estos signos. Alguien diría que para escribir  no hay que hacer nada, todo un trabajo para la cultura judeo cristiana, para filosofar, afirmaría otro, hay que tener mucha plata, eufemismo de riqueza material, una  mujer podría agregar con un estilo menos académico  pero si de una claridad enfática, para escribir hay que estar al pedo, palabras que no son de mi predilección, mas no puedo tenerles miedo a expresiones  tan acostumbradas a la cotidianeidad coloquial. Expresiones todas que desautorizan a cualquier gran maestro.
No obstante puedo afirmar que ninguna de estas causas se relacionan con esta enfermedad compulsiva de mi grafía, aunque puede ser muy ostentoso autoproclamarse escritor, eso lo deberían    decir los otros.
Lo cierto es que esta actividad  la hago en todos los lugares, en Argentina, en Brasil, en Turquía…tampoco este hábito reconoce estaciones  sean estas  las comunes de nuestro calendario o los ciclos de la medicina china.

La primavera estaba envejeciendo, los veraneantes se demoraban, las playas estaban concurridas pero tranquilas, en este contexto reflexionaba, los lectores podrían  objetar que en dicho ambiente y condiciones el pensamiento es más benévolo, las cuestiones mundanas se ven con más optimismo  y el criterio se distorsiona.
Retornando el tema central con el objeto de garantizar la coherencia y cohesión del discurso  y tratando de ser objetivo en el análisis, recordaba que la manía a la que hacia referencia anteriormente sucedía a la mañana, a la tarde o por la noche, de tal suerte que, la repetición del suceso  era azaroso, aspecto que incomoda a muchos, por el no control  de los hechos o de la experiencia que se desea observar.
Tampoco respondía a una fase de anabolismo o catabolismo, la costumbre nació en la adolescencia, aunque todos los orígenes son dudosos, y se prolongó en la adultez  inicial y avanzada, lo prueba hoy    mis 66 años. Es decir aquel síndrome no corresponde  a un periodo etario en particular, aspecto digno de mencionar para darle  algunas entradas científicas al asunto.
El deseo, la necesidad, la motivación, inspiración, estimulo condicionado o .., de la pulsión o comportamiento compulsivo , para no pelearme con las corrientes teóricas de los epistemólogos o con los  cientistas de la educación, no tiene por lo visto, como factor interviniente, circunstancias ni temáticas especiales.
Escribo o re escribo cuando acumuló un monto elevado de ansiedad o en la tranquilidad y la calma. El contenido es un péndulo que oscila en los extremos o en sus movimientos medios y naturales, esa variedad va desde los temas existenciales como el amor, la felicidad, la soledad o la muerte, entre otros, hasta un perro o un gato que me mira.

Ahora en Ornos, a 4 km de Mikonos (Grecia), 1 de julio de 2016.
Por las mañanas un perfume persistía en el aire, el verano se acercaba con unos calores prematuros, los hoteles se hermoseaban, la gente salía, caminaba, se animaba.

Aquel arte antiguo -sistema de comunicación y expresión-  me produce una excitación a veces placentera, a veces incomoda y densa, no podría atribuírsele sólo al goce (a veces lo es), ni sólo a la melancolía (a veces también lo es).
Hay instantes en que la aflicción, aparece en el espacio-tiempo  de un semáforo, cuando en esa minúscula pausa acontece una chispa de inspiración que llega o irrumpe sin que uno lo programe, entonces apresurado busco un lápiz y un papel  y anotó poseído un renglón, un verso, sin que mi cerebro alcancé a analizar una palabra, por una fracción de segundo pienso en verso y al cabo de andar imaginariamente por el renglón, me estaciono para conservar el hechizo y las letras no escapen al olvido.
Anotó en mis apuntes, en un block de notas, en los márgenes de los diarios, en el borrador que está al lado del teléfono, subrayo las revistas y los libros, con flechas pongo palabras claves, un renglón, una metáfora, un asterisco que menciona otro libro, escribo en las servilletas de los bares o de los restaurantes, en el dorso de las tarjetas, en el ticket de una compra, hago un dibujo precario, y todo ello para que las ideas no se pierdan, se olviden o desaparezcan.
Soy un observador tardío y por ende un escritor lento, me sale naturalmente la poesía o lo que podría aproximarse a ella, me detengo mucho tiempo en encontrar la palabra justa o aquella que resulte impecable para cada situación, la condensación de las letras resultan de esta manera un jarabe  añejo. El mundo pega tantas cachetadas que lo asimilo en dosis homeopáticas  y así lo manifiesto en el papel.
No escribo por trabajo, tampoco soy un escritor negro que hace tareas por encargo y presta servicios de incógnito como un fantasma.
Sostener la grafía resulta por sus efectos como una clase de estímulos aeróbicos, sea esta de natación, atletismo, ciclismo o danza, entre otras, o una sesión de expresión corporal, yoga , o el método Feldenkrais…sin excluir cualquier deporte, uno comienza estas actividades de una manera – a veces desganada y perezosa- y descubre en sus finales que  su estado ha cambiado y experimenta  satisfacción y cierta plenitud que no sentía en sus inicios.
En cierta oportunidad un equipo de trabajo en mi profesión docente me pidió que preparará  las palabras primeras  como prefacio de una reunión de supervisores  de nuestra área en la Provincia, en la organización previa, en su planificación estratégica y en la intimidad del equipo me dijeron que mis formas y mis modos  serian una introducción perfecta para la temática del encuentro y agregaron algunos condimentos  irrepetibles para mi pudor de escribiente.

Atenas, domingo 5 de junio de 2016.
Consideraciones y análisis de algunos datos.
De las pocas certezas que esgrimo creo que mi lápiz va a morir parado, evocando la canción del Señor Rubén Blades, conjetura difícil de probar con el método científico tradicional.
Quizás otra hipótesis digna de indagar en futuros estudios sea, habida cuenta de los hallazgos de las incertidumbres expuestas del fenómeno,  la necesidad de comprender al mundo que gira para cualquier lado, tal vez escribir nos traiga una tranquilidad ilusoria, de allí la necesidad de la gente  de entenderlo a través de distintos sistemas y  teorías, unas preguntas sin respuestas asustan, los agnóstico son creyentes peligrosos. Es probable que en realidad nadie sepa cómo funciona el mundo, todo puede llegar a ser conjeturas e interpretaciones.
Desde mi caligrafía el mundo no se pesa ni se mide, y esto de por sí ya constituye una terapia de la palabra que paradójicamente debe su valor a su aparente inutilidad.

A título de Conclusión.
Tal vez la cuestión sea más simple y sencilla, escribo porque me “piache” y porque me hace bien.
Rosario, martes 21 de Junio de 2016.
En el habitad natural confirmo la conclusión.


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