viernes, 22 de enero de 2016

La nube.



            Los seres humanos muestran un profundo deseo de que exista una realidad
            objetiva, lo que revela una necesidad de certezas que procuren seguridad y
            bienestar. Este deseo no ha escapado a la ciencia. “Parecería  que para un
            científico (y quizás para todos nosotros) hay algo aún peor que el fracaso
            personal: el descubrir que la realidad que se ha estado buscando y sobre la
            que se ha trabajado tantos años no es sino una de las tantas realidades”
                                   John Briggs y David Peat.

He dejado en aquel estado vaporoso el perfil de mis fantasmas, otrora estaban en el éter, lugares al fin de cuentos y quimeras, ingrávidos, inaccesibles con brújulas o mapas. Difícil de entender para las mujeres y hombres productivos, aquellos “Famas” que necesitan ver para creer, con el  agravante de que   en estos espacios  no se le conoce forma alguna a esta materia de inaprensible fantasía.

Los fantasmas que tengo en un archivo no pueden ser observados y son realmente una invención  ( ? ) con la paradoja que esto representa…extraños a cualquier unidad de medida.  con una capacidad de evadir cualquier protocolo que los pese o los mida, huidizos a toda crítica moral y con dificultades manifiestas para ser descriptos.

Mis espectros me han recriminado  que el ciberespacio es un lugar muy solitario y aburrido, un desierto inmenso y plano, allí  duermen al sereno  y de noche se protegen del frío con papeles que yo mismo he imaginado. Suelen jugar al ajedrez y ya han escrito más de mil hojas en una antología de poemas con una decena de  heterónomos . Ante mis ausencias,  el aburrimiento les ha despertado proyectos creativos, la escultura, entre ellos. Uno ha llegado a ser chef  tomando un curso interactivo gratis por Internet

Mi idea primogénita escondía malas intenciones, mi deseo era que algún hacker se robara mis espíritus, cosa que resultó poco probable ya que solo uno les puede dar vida y hasta el mismo autor desconoce los alimentos que favorecieron su crianza.

Allí están, esperando que los despierte de tanto en tanto, cristalizados en una foto borrosa, quietos en su neblina, hasta que les saludo y recobran vida, como si despertaran de una ensoñación, retoman el movimiento y participan de acalorados diálogos y debates.  Yo les conozco sus caretas, las máscaras que alternan, sus voces. Tienen un personaje para cada día de la semana: Pinocho, El Guerrero, El Loco,  El Payaso, El Santo, El Diablo, El Alegre de los fines de semana.


Como he hablado cara a cara con cada uno de ellos, lo curioso es que estás ánimas me ayudaron a descubrir una realidad, oxímoron si los hay. Sin que lo dijeran abiertamente, a través de sus comportamientos descubrí, por ejemplo, que EL Diablo, a veces tenía actos más benévolos  y misericordiosos que El Santo, y que este último tenía  algunos pequeños odios extraños, que serían más propios del primero. De lo que deduje que, sobre la naturaleza humana léase también –mi naturaleza- en lo referente a valores, nada es neutro, lo bueno y lo malo viene mezclado.

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