miércoles, 29 de julio de 2015

Excesos.



Los excesos de entusiasmo estaban en el adn de mi infancia, en la propuesta lúdica de mis aventuras y en las evidencias de mis cicatrices, golpes,  caídas y torceduras. Yo era capaz de ponerme unos patines- inaugurando esa experiencia sin ningún antecedente-  y salir a andar por los lisos pavimentos de la  calle, montar en bicicleta sin lecciones previas, o cualquier acción donde estuviera en juego el cuerpo, disfrutando de esa relación carnal  con  el asombro de la   andanza  - placer sensual del desafío-.
Allí están mis marcas, mis desenfrenos, mis desatinos. Recientemente, con estos gajes del oficio, he sumado otros indicadores: heridas, moretones y magullones de similar  naturaleza y en concordancia con aquella identidad.

Con parecidos riesgos,  me pasa lo mismo con mis ejercicios de escultura, y también con mis escritos, en este último  sentido, me sumerjo en la hoja sin pensar –si ella- tiene calor o frío.

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