domingo, 28 de junio de 2015

La puerta.

La casa tenía puertas abiertas, cerradas,  otras ciegas y algunas parcialmente entornadas.
A los  habitantes de aquellos cuerpos  no le costaba demasiada energía abrirlas o cerrarlas. Los accesos a estos lugares públicos o privados eran parecidos y comunes  en todas  sus   particulares moradas. Cada dueño de su imaginario castillo, subía o bajaba el  puente levadizo según sintiera placer o amenaza.
Una noche,  un sueño,  a uno de esos habitantes  se le presentó   una puerta invisible y desconocida.  Era difícil describirla,  los hallazgos eran fugaces,  los sueños tenían –como siempre- un código extraño.
Uniendo fragmentos, pequeñas pistas, juntando las partes, aquella puerta se materializó en su conciencia. La visitó cien veces, y otras cien se sentó frente ella frente a ella a contemplarla, se preguntaba, entre otras cosas, que había detrás de sus umbrales, y hasta le puso WD40 a sus óxidos y engranajes.

Un día –inesperado- utilizó todas sus fuerzas – que le reservaron los años- empleo toda sus energías para al fin abrirla y traspasarla...
Sé de otros habitantes que no han logrado mover sus puertas personales, algunos creen que no existen y muchos las han ignorado.
Difícil tarea dar pruebas de cosas que no se pesan, no se miden, ni siquiera hay fotos  que puedan dar constancia.

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