Mi abuelo Segundo
había sembrado en mí
la alquimia que fertilizaba
los corazones
de aquella herencia
pude darme cuenta
en el avance de mis
calendarios
esa afiliación sin “lazos
de sangre”
tenía un  único parentesco
la construcción de un
vínculo de amor
a sus afectos le sumaba 
la aceptación y el respeto
por mis arriesgadas  travesuras
-compinche , abogado
defensor , hábil mediador-
en su ternura tardía 
me regaló la praxis
de su sabiduría emocional
tal vez la que no pudo dar
a sus hijas,
agradezco a tu universo
esos planetas inmensos
las galaxias que compartió
mi infancia
tu mano compañera en las
noches claras