sábado, 25 de agosto de 2012

Ejercicios de escultura.






Ejercicio 1: Cuerpo-máquina.



Los hombres blancos, occidentales y cristianos

te han hecho en moldes de duros aceros,

engranajes, armaduras, bisagras, rodamientos,

hasta te inventaron un alma –que siente culpas-

cuando te detienes un momento,

cuando pierdes o ganas un tiempo,

-la siesta es un pecado del ocio y la pereza-

es un tatuaje que de fábrica reza,

te negaron el sudor, el juego, el fluir y la vivencia

te pensaron de nobles, puros y útiles modales,

sin rebeldías, angustias, miedos o fríos intensos,

cometieron la atroz perversión:

te negaron el placer de la piel

y el dolor de tus huesos.



Ejercicio 2: Tablero de ajedrez.



Las fichas ya estaban puestas,

alguien jugaba hace largo tiempo…

, cuando yo llegué:

los peones se reunían,

los nobles y los santos

habían muerto,

-un cementerio al costado del tablero-

y los reyes en sus finales

peleaban cuerpo a cuerpo

sábado, 11 de agosto de 2012

Yo escribo versos.






para mirarme en un espejo de palabras

y cruzar el cristal y escuchar el eco del que habla



para pintar mi cuaderno en caligramas

y hacer puentes con los otros



para darle forma a mis objetos –esculturas de grafías-

y encontrarle expresión al sentir, al hacer y al pensar



para no olvidar el niño que define lo que soy

mezclando la argamasa de la prosa y la poesía



para develar el sueño –conciencia olvidada-

que me regala otras palabras inventadas



martes, 7 de agosto de 2012

Las fotos de la infancia.






“Mirar las fotos de la niñez nos revela nuestra esencia.”

Alicia Belletti.



“…Fernando Pessoa decía que en cada uno de nosotros hay dos seres, el primero, el verdadero, es el de sus ilusiones, de sus sueños, que nace en la infancia, que prosigue toda la vida, y el segundo, el falso, es el de sus apariencias, de sus discursos y de sus actos…” Edgar Morin.



Busco esa heurística de las primeras fotos

el nacimiento de aquellas cualidades singulares,

esa sonrisa inicial que alcanzaba hasta mis ojos

los vencía y los achicaba a extremos orientales,

la redondez de mi cara y las mejillas coloradas

siempre prontas a vergüenzas varias,

en el encanto de la infancia temprana

natural, libre, despreocupada ,

una tía inspeccionaba mis orejas sucias

con residuos de aventuras transpiradas,

mi ánimo intacto, afectuoso y expresivo

encendía en la calle los asombros,

el mundo era un lugar divertido y bello

y estaba en plenitud los celestes y la esperanza,

la intrepidez al límite en cada desafío,

me encendía en la fogatas,

en las explosivas carreras,

en el arte de subir a los tranvías

en sus aceleradas máximas,

y ese somático placer de degustar el juego

el fluir carnal del fervor, la exaltación y la ternura,

mi infancia era de poesía embriagada y sentida,

quizás, también, algún cuento inventado de mis padres,

-la prosa fue más tarde, una tristeza adolescente-