sábado, 4 de febrero de 2023

El Occipucio.

 


 

                        “Si no acordásemos de todo, en la mayoría de los casos estaríamos

                        tan enfermos como si no nos acordásemos de nada.”

                        Williams James, pionero de la psicología.

 

Si no supiera que es haría las más extrañas y fantasiosas conjeturas.  El occipucio siempre fue una palabra que me intereso, tal vez como una rareza o por su pronunciación extraña. La mayoría de los diccionarios lo definen como “parte posterior e inferior de la cabeza.

 

Como a los escritores se nos permite la exageración y sin tener grandes  nociones de anatomía hasta puedo imaginar que es el lugar donde se asienta la memoria y  la desmemoria, tal vez porque ambas  se refieren al pasado  y por ende es lógico que uno la ubique en el  atrás, es decir en nuestro contra-frente.

 

Recientemente en una charla de café, Ricardo, fantaseando con aquello de ¿Qué haría si fuera presidente de este país?  Me confesó que el crearía el Ministerio del Pasado, pero separado de los otros organismos. Fundamentó que tal decisión obedecía a que nosotros estábamos anclados en el  pasado.

 

Aquella ficción  me interesó en demasía y empecé a  imaginar ¿Qué haría yo si fuera ese ministro?  En primer lugar dicho ministerio tendría que ser independiente del poder ejecutivo, algo así como el Ministerio de Justicia, ya que la manipulación política de la historia , no seamos ingenuos, es muy común ¿ cuántos líderes se han apropiado  de  ella?.

Pensándolo mejor, no tendría que estar en la esfera de un gobierno sino de una ONG.

 

¿Quién cuenta la historia? ¿Cómo la cuenta? ¿Qué criterios deberíamos tener en cuenta para que una historia se transforme en una lección colectiva?

 

Es necesario puntualizar que recordar u olvidar no obedece a nuestra voluntad, de tal suerte que, a veces recordamos cosas intrascendentes que circulan en nuestra mente como parásitos  y olvidamos aquellas importantes, tampoco hay pastillas para recordar y pastillas para olvidar. No es extraño observar, además, que dos hermanos o hermanas de una misma familia tienen percepciones distintas sobre los mismos acontecimientos que han vivido dentro de ella.

 

Reconociendo mis límites, abandoné finalmente el desafío.

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