viernes, 3 de septiembre de 2021

Homo Ludens.


El reloj estaba situado en el ala oeste del gran recinto, marcaba las 3. 13 horas de la tarde, el segundero inmóvil en el número 10, ya hacía varios meses que el tiempo era una escultura congelada, imposible de  corroborar  con  las fotos que se cuentan de tales eventos  porque aquellos documentos siempre estaban  cristalizados. En realidad (si es que el tiempo es una realidad) eran las  5 en punto de la tarde.

 

Las luces de los estadios  iluminaban los dos campos de juego. Desde arriba se veían dos cuadrados perfectos. Los ejércitos todavía sin movimientos esperaban el encuentro sin aún haber  entrado en calor.

 

Una vez comenzada la contienda un silencio de biblioteca invadía los estadios mientras los deportistas estaban absortos en el juego.

 

Los cuatro hombres – también podrían ser mujeres- jugaban a la guerra sin disparos, sin golpes y sin muertos, la batalla era simbólica, solo pensaban y sentían la adrenalina en el cuerpo. La incertidumbre era tolerable, el reto  un presente perpetuo, las decisiones se tomaban momento a momento, tanta era la fruición y el entusiasmo que los hombres se olvidaban de sí mismos, todo era juego, vivir en el juego.

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