lunes, 19 de agosto de 2019

Aquella humanidad.




            “La literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma,
            quizás la más completa y profunda, de examinar la condición humana.”
                                                                                                             Ernesto Sabato.

Hay instantes en que nos olvidamos de aquella humanidad. Inventamos dioses y jugamos a serlo, sin darnos cuenta que en ese intento de perfección –siempre vana-  perdemos, entre otras cosas, el asombro, la cultura de la ternura, la humildad de ser incompletos y por ende la inmensa capacidad de aprender.

Uno ama como puede, como es, transita por la vida y por el mundo con su modo de andar, de sentir y de pensar, cambia lo que puede cuando no está en armonía con su realidad. Es necesario saber que no estará a la altura de sus deseos ni de sus ambiciosos proyectos, ni a la altura de las demandas de la sociedad, ni al deseo de los otros, ni a la altura que pretende el amor más cercano.

Hay momentos en que compramos y vendemos prejuicios, cambiamos de creencias con parecidas y renovadas ilusiones en cada una de ellas, como si el por-venir dependiera de ello, buscamos la teoría perfecta, el método único, la mejor estrategia,  somos  adictos a una perpetua excelencia, en lugar de admitir nuestra incompletud, no como justificación de que cambiar no es posible, sino  entender  que tenemos que seguir aprendiendo, que aprender es un proceso, proceso que también cambia con el tiempo.

Lejos de invalidarnos algunas precariedades, las carencias nos impulsan, nos ayudan a encontrar caminos, compensaciones, alternativas y no justificaciones, nos exigen otras acciones sin ampararnos en las circunstancias como escusas del no hacer.

Algunas partidas serán ganadas, otras perdidas  y otras serán tablas, pero esto también está sujeto a revisión, porque no es saludable considerar la vida como una metáfora de la guerra.

Tal vez leímos muchos libros de autoayuda, tenemos la fantasía que algunos tienen las respuestas para todo, en realidad algunas cosas nos pueden. Queremos todo, inmortalidad, amor, éxito, dinero, confort, tiempo, reconocimiento, aplausos … pero todos sabemos que todo no se puede.
No podemos cimentarnos desde lo que no somos, sólo partimos desde nuestra común humanidad y desde nuestra particular originalidad, solo encontramos las respuesta desde allí  no desde un manual de instrucciones.

No somos máquinas aunque nos comparen con ellas, no somos héroes aunque  a veces tengamos osadías,  no somos dioses o sabios pluridisciplinarios, somos de carne y hueso, y esto  no como carencia sino como potencia.

Nos definen las relaciones, con nosotros mismos  y con los demás, somos ecológicamente interdependientes,  nos une la palabra y otros lenguajes, somos eso entre humanos.

Un ego hipertrofiado o empequeñecido nos aleja de cualquier sentido y propósito, a veces nos identificamos con exceso de nuestros patrones y nuestros roles. Sería interesante suspender por momentos nuestras creencias, explorar los por qué y para qué.

Podemos empezar por darnos cuenta de lo que no somos…

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