martes, 6 de mayo de 2014

Descubrimiento terapéutico.



Yo no puedo – en esta servilleta compañera
del café del lunes por la mañana-
escribir  la fórmula de aquellos  remedios
la alquimia secreta  de mi farmacia,
las palabras indecibles que me curan las miradas,
yo no puedo dar cuenta de ese arte
que cambia –a veces-  el sentido de los mal-estares
que mezcla  la cara y la ceca en el plano de mi cara,
yo sólo encontré un lápiz en los sótanos de mi inconsciencia
cuando las circunstancias jugaban a los dados,
empecé por deporte  a cambiar de lugar aquellos verbos,
a diferenciar la voz ajena a la voz propia de mi lenguaje,
a sustituir silencios por tintas de manchas y colores ,
a quemar las virutas y hacer hogueras gigantes,
a hervir  ilusiones en las ollas vacías de la última infancia,
yo no sé de dónde salieron esos frutos
¿qué  fabricaba por  las madrugadas?
 sembré algunos granos cuando atravesaba el desierto
con el humus imaginario de mis ganas
un abono de cenizas y flores maceradas,
yo no sé como brotó el sueño y la templanza,
que virus animó mis fiebres en  los  desamparos,
que antídotos inventó la desesperanza,
tal vez pueda recrear algún camino,
ensayos, rodeos, escaladas,
esos refugios que hay en las montañas,
los intentos de aceitar las bisagras,
las caminatas y los aromas  que me acompañan.


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