lunes, 19 de enero de 2015

Partida de ajedrez. (Cuento)


           
                                              
                                   El ajedrez se define como “ Un juego de mesa
                                   practicado por dos personas sobre un tablero cuadrado
                                   de 64 casillas (mitad blancas y mitad negras), sobre el
                                   que se encuentran dos grupos de figuras enfrentadas
                                   (blancas y negras) y cuyo objeto es rendir o dar jaque
                                   Mate al rey adversario” (Uvencio Blanco).              
           

Cada ejército tenía  una tropa ligera en su primera línea  a cargo de los peones y una tropa pesada representada por las torres, caballos y alfiles (elefantes de combate), el rey, un zángano al que  todos codiciaban  y por lo que todos  peleaban,  y su consejera, la dama, una valiente guerrera, que a diferencia de lo que ocurre frecuentemente en la vida, estadísticas mediante, moría antes  que su marido.

Nosotros ya  sabíamos  que las horas de nuestro rey –el negro - estaban contadas – Sólo él lo ignoraba-

Comenzaron moviendo las blancas, clásica costumbre de la nobleza, bastaba esta  acción, ese  primer movimiento para que todo el tablero estuviera solidariamente afectado. Después de ese hecho,  las negras,  pensaban las veinte primeras posibilidades de su jugada,  más tarde  cada movida irían multiplicando sus millones de  variantes.


Apertura

En los comienzos de su reinado, el gran jefe,  procuraba estar en el centro de la escena, con un carácter personalista, suficiente y arrogante. Sabía que las medidas más importantes debía impulsarlas en los primeros meses  gobierno.

Solía plantear sus faraonicos proyectos, exageraciones que el tiempo se encargaba de nivelar, excesos de una demagogia de discursos y anuncios rimbombantes que cada período pulía, esmerilaba y sacaba sus sobrantes,  como un escultor que busca afinar los detalles,  con las reglas de su buen arte.

Todas sus acciones eran inaugurales, nadie antes había logrado  ninguna conquista, ningún nuevo derecho.  Toda la historia se borraba, tarea a cargo de los intelectuales oficiales, escribas bien pagos en el órgano de la Secretaría Académica de la Verdad, que ya había publicado el Diccionario Popular Abreviado. El aparato de propaganda y difusión se canalizaba por la prensa escrita, radios, programas de televisión y a través de Internet, mediante blogs, facebook,  revistas digitales…

Aquellas costumbres  no eran sólo  privativas  de la máxima autoridad, cosa parecida acontecía en estratos inferiores  y quizás con más intensidad, algunas cosas que ocurrían arriba también ocurrían abajo, desde los príncipes cercanos hasta algunos  directores de  profesorados, Regentes de turno,  ayudantes de segundo y  tercer nivel de parroquias, clubes y vecinales.  Lo más peligroso era el “carácter social”  de aquella sociedad, ya que las personas poderosas  podían cambiar pero no las condiciones de la cuales se engendraban, de tal suerte que, algunas cosas volvían a repetirse con otros maquillajes.


Volvamos al hombre que cosechaba por algún tiempo las mayores pleitesías. Como comandante general en el campo de batalla –sin perder su egocentrismo- ordenaba  tomar los terrenos del centro, más precisamente el llamado cuadrado del medio, con la misión de  ocupar o dominar con premura, directa o indirectamente, las coordenadas: e4, d4, e5, d5.
Tenía lógica  tomar ese territorio ya que era una ruta de abastecimiento tanto para la defensa como para el ataque. Dicha aparente ventaja la disputaban ambos  bandos. Pero el objetivo de las negras no había sido logrado, sus oponentes conquistaron la iniciativa  y predominaban en número en el terreno ansiado.

Las blancas plantearon una defensa siciliana y las negras la defensa Pirc, de esta manera se insinuaba  un juego abierto, las   maniobras militares anunciaban una lucha armada encarnizada. Los reyes ya estaban protegidos en sus extremos y  habían salido los caballos y los alfiles. Una docena de movimientos se habían efectuado, algunas cuestiones de la partida  serían determinantes en el  final.

El medio Juego. 

En esos momentos de la partida  se manifestaba su más alta  pedantería;  creía que sus vasallos y descendientes eran la tabla rasa donde él podía grabar con las gubias de sus deseos  -exentos estos de inocencia- el honor de su nombre,  sus personales escudos y   blasones  de su estirpe. En su orgullo y obstinación sacrificaba a sus gobernados  sin ninguna compasión.

Muchas de las decisiones de la breve vida del rey habían sido tomadas con estúpido orgullo, las equivocaciones mayores eran un cúmulo de pequeñas decisiones menores que afectarían más tarde el destino final.

A sabiendas de que el poder era muy seductor, muchas personas vinculadas con la corte, se acercaban al patrón del imperio con el objeto de obtener algunos favores, otros por cuestiones de supervivencia - ya que  participaban de los combates- procuraban no contrariarlo, en el juego de la guerra,   un cambio de humor del comandante general, podía ser nefasto, más de una pieza murió por un ataque en  un capricho  desesperado o en un  análisis incompleto.

Es cierto que algunos tomaban distancia y ponían  límites, mientras otros optaban por vender su consentimiento a cambio de algunas comodidades, de esta manera al  monarca nunca le faltaban un séquito de colaboradores, medianía de mediocres obsecuentes,  hombres sin voz propia, aplaudidores, recitadores de guiones ajenos. La vestimenta del rey era la más bella, aunque estuviera desnudo, anécdota conocida en los salones del corte.

La debilidad de estos personajes perduraba, pero no así su fidelidad, ya que esta exigía compromisos y esfuerzos, dicho alineamiento  terminaba  tan pronto finalizara  el reinado y antes de que alguien dijera el tradicional – Ha muerto el rey, que viva el rey-. Estos claveles del aire, hombres  sin autonomía, se sujetaban a cualquiera que les proveyera el sustento y el confort  sin mayores esfuerzos con una facilidad extrema para cambiar los principios y las  lealtades. Pero la suerte había llegado  para todos por igual, en  los cuadros superiores e intermedios, el exterminio no dejó a ninguno de ellos sobre el suelo.
Los generales, entre otros,  estaban destrozados, horizontales e inertes en los bordes del campo, ya no había ejército. El rey que hasta se había creído su omnipotencia, empezaba a tener evidencias  de su extremo opuesto, la impotencia.
Un final con peones.

El rey en cuestión  estaba incómodo en la columna donde habitualmente transitaba una de sus  torres, pero estas ya no estaban, el señor llamado hasta hacía poco tiempo “Vuestra Eternidad”,  ahora con precarias pertenencias, sin alfiles y caballos que le acompañaran  y ya con pocos servidores, avanzaba peligrosamente por ese costado- las circunstancias no le daban muchas opciones - con paso cansino  se desplazaba  una casilla por vez, como siempre se refugiaba detrás de sus peones, otrora, detrás de su dama,  ahora unos pocos hombres de su más débil infantería le hacían una frágil barrera, dos o tres de frente ofrecían  sus pechos valientes, y  otros sostenían su posición  desperdigados en el otro lado del tablero,  brillantes soldados de madera, aunque en otros juegos  sabíamos  que  eran   de carne y hueso.


Quedaban pues estos peones como única fuerza de choque. En tal situación los fieles soldados ignoraban su realidad, atontados como si no estuviera pasando lo que pasaba, los resultados de aquellas batallas eran atroces, prisioneros de ese destino,  una atmósfera de falsa esperanza los mantuvo por un tiempo sin desesperación, la llamada “ilusión del indulto” era el mecanismo de evasión al que apelaban y desde donde habían sostenido tales fantasías.

El rey no podía culpar a su consejera, la reina, de sus errores estratégicos, ella había sido eliminada   en una celada. Existía una clara evidencia de las precariedades en las tareas y decisiones del soberano

Cuando se impuso el “principio de realidad”, los peones estaban dominados por el terror, antes del espanto y la locura, el soberano llamo a una reunión secreta con  los dos sindicatos que todavía quedaban en pie, la C.P.U.  Confederación de Peones Unidos, y la U. P. D.   Unión  de Peones Disidentes. Antes  de que tomaran con apatía e indiferencia su propia  destrucción, era importante disciplinar lo que quedaba de  la tropa.

La reunión se llevaba  a cabo en el más absoluto silencio, en unos instantes en que la partida estaba suspendida. Su majestad se debatía entre una línea de acción dura y otra blanda. Consciente de que los gremios estaban divididos y sabiendo que debería mantener firme su decisión, decidió agregar un comunicado a su precario regimiento, el mismo decía: -aquel que intentara huir del campo , desertar o tuviera intención de traicionarlo, sería fusilado en pleno campo de batalla-. En síntesis, había optado por ser temido.


La alteza mayor ya no tenía quién le escribiera, los contratados de la corte buscaban a otros   sponsors, por tal motivo la historia oficial –aquella que tuerce frecuentemente su relato,  con una gran propensión al mito- tenía que construirse con su puño y letra. Esta tarea, como otras, las tenía que hacer el mismo, dichas  inusuales actividades lo habían hecho  bajar de peso, cuando antes, lo dominaba el sedentarismo y la molicie.

Aquellos quehaceres que antes menospreciaba como triviales, al cambiar su contexto, cambiaba  sus hábitos y conceptos, aunque esto no era resultado de  un convencimiento interior, ahora  revalorizaba lo que antes miraba con desdén. Ya  no le consentían sus locuras, caprichos ni  arrebatos. Su aspecto estaba algo avejentado,  había perdido algunos kilos, tal vez por aquellas  obligadas caminatas por el tablero cuadriculado.

La escritura del monarca se tornaba un poco más sincera, quizás por la soledad que habían dejado sus ocasionales admiradores y  la ausencia del público de la corte. Dicha escritura le asustaba un poco por ser uno de sus desacostumbrados  valores, como si categorizara el hecho de ser honesto un gran riesgo para su persona.
Triunfaba al fin la espontaneidad y naturalidad del momento. Pensaba en esos instantes novedosos donde no era necesario cuidar tanto la imagen, qué sentido tenía hacer poses para los fotógrafos de los diarios, la muerte de un imperio no era una gran noticia, mercancía al fin de gente afecta al espectáculo. Sus monumentos comenzaban una erosión que terminarían en un polvo inanimado.

En los finales de la partida, en este caso, finales de peones, la estrategia perdía importancia, sólo era necesario resolver algunos problemas tácticos puntuales que no necesitaban demasiado análisis; esto le permitía  al emperador  disponer de cierto  tiempo para algunas reflexiones.

Esas largas jornadas laborales con la obligatoriedad de tareas y relaciones, ya no imponían su agenda, hallazgo que le permitió darse cuenta que no eran tan urgentes ni importantes como pensaba; perspicacia que se logra cuando se acumulan algunos calendarios, cuando llevamos en el cuerpo alguna cicatrices  o cuando alguna circunstancia adversa nos inspira hacia una humildad tardía con marcados  efectos democráticos.

El otrora gran jefe proveedor de aquella ideología autoritaria perdía su jerarquía en aquel juego, las nuevas tendencias  y su contexto le habían hecho cambiar de paradigma, la nueva realidad le hacía ver el otro lado del tablero, lo sistémico de aquel deporte; el hecho de ser minoría le facilitaba algunas comprensiones: la potencia de un “no”,  resistir con racionalidad,  protestar pasivamente, recursos que la fuerza de las circunstancia le imponía.

Nosotros no dejábamos  de asombrarnos que su majestad, que había conquistado aquellos privilegios por la  lotería  de su sangre, tuviera una fragilidad más extrema que la nuestra. Su pobreza emocional era
franciscana – no en términos religiosos, sino en el concepto literal-  abundaban los chantajes  afectivos  y  las crisis interpersonales  caracterizado por el propósito de imponer su razón  o fortalecer su autoridad.

Ese falso super-hombre  que algunos invocaban como su salvaguarda, no había resuelto las preguntas existenciales más básicas y elementales, nos extrañaba sobremanera que tantas riquezas materiales contrastaran con vacíos  tan profundos, aunque una categoría no tenía nada que ver con la otra.

Como el tiempo se reducía, jugaba casi automáticamente , para ahorrar algunos segundos  y de esta manera  escribir algunos párrafos más a su biografía  –una versión más de los hechos que nosotros desde otro lugar relatamos de otra manera – Percibíamos   en aquellos  instantes, lo que sentía nuestro personaje,  la elevada tensión de sus excitaciones en esta fase de la partida; con gran esfuerzo trataba de atemperar ese complejo mecanismo de displacer que no se podía  sostener por  largo tiempo, le transpiraban las manos, había sentido sequedad en su boca y  la respiración la percibía opresiva y acelerada.  En algunos instantes anulaba o atemperaba las luces claras de su nueva conciencia y  volvía a repetir compulsivamente sus conductas violentas y despóticas, se enojaba con todas las imperfecciones que desmoronaban  sus propósitos de eficacia y eficiencia,  juzgaba  como torpes   todo aquello  que se opusiera  a su aceitada organización. Como un péndulo iba de extremo a extremo  exagerando cada vez más su balanceo.
Abruptamente recuperaba su compostura, volvía a la escritura, retomaba  ese  impulso de coraje en las ideas que no eran proporcionalmente iguales a sus acciones,  síndrome muy característico en los escritores,  en el que creemos que una palabra nos puede salvar de la angustia o de la muerte.

Podemos pasar un manto de piedad diciendo que cada uno hace lo que puede – acto que  podría verse  como  egoísta de nuestra parte,  pensando en un beneficio complementario para el perdón de nuestras equivocaciones en un futuro no muy lejano, habida cuenta que nuestro señor sólo se nos había  adelantado. Desde nuestra perspectiva,  nosotros,   sin ser crueles no somos tan tolerantes, alguna dignidad nos queda, ya sabemos por experiencia, que no se puede tolerar la intolerancia, un nivel de indignación por algunas cuestiones es también una forma de recuperar cierto respeto.

Volvamos  a nuestro citado personaje, la situación de las piezas negras era desesperante, en oposición a nuestra conjetura, aspecto que nos resultaba paradójico e irónico, el soberano, al borde de su fatal desenlace,  buscaba un amo que lo salvara de sus mortales presagios.
Era extraño que la ilusión del  jefe supremo, buscara a otro jefe, otro padre invisible que lo protegiera ¿Qué sería de esa masa de peones si supieran que su máxima  jerarquía buscaba a escondidas las mismas protecciones que ellos invocaban?

El rey antes de ser humillado por el filo de la espada de una nueva doncella, la joven reina, recién coronada, tomo cicuta y cayó pesadamente sobre el piso de los cuadrados, ayudado por quien movía las piezas, con un suave impulso sobre su cabeza. Alguien del público, en ese acto, había gritado en árabe:  al-shah-mat  “el rey está muerto”, y fuertes aplausos del auditorio festejaban el triunfo de las blancas.

   



domingo, 11 de enero de 2015

Creencias de los docentes.



Creemos en la transformación, en que alguien, si quiere
se puede emancipar de los guiones ajenos,
y de algunas costumbres del mercado

Creemos que se puede cambiar, si se desea,
hacer algo distinto, aprender, curarse, empoderarse
inventar imaginar y caminar hacia otros mundos

Creemos en el ir y volver de la palabra,
en darle sentido a los esfuerzos,
en tomar en serio las preguntas

Creemos en aquellos verbos
que cambian desde lo pequeño
lo que no se puede hoy se podrá en otro tiempo



lunes, 5 de enero de 2015

A través de la palabra.




                                   “- El oxímoron  no existe en el diccionario de la R.A.E. , debe ser
                                   un neologismo-“ Argumento de un tercero en una discusión.

                                   “- Hay que estar al pedo para discutir por una palabra.”
                                                                Fragmento Anónimo.

Todos sabemos que las palabras crean realidades,
algunas nos  salvan y otras nos matan
en las claras u oscuras alianzas
que cada uno modela con lo que le pasa,
supongo que nuestros sueños
tienen la misma o parecida verborragia,
mundos que cada cual hace y deshace,
de la urdimbre que le toca y  las labores de su trama
entre la identidad que lo centra   y en  la flexibilidad de lo que  narra,
construcciones y destrucciones de sus tic taques

Al examinar los diálogos, al olerlos tocarlos
escucharlos degustarlos y mirarlos,
nuestros perfiles se definen

hasta en los más ocultos  gestos y detalles.

Verbos claros.



Amar querer adorar
aprender conocer comprender
disfrutar degustar saborear

dialogar pensar reflexionar
mover practicar hacer
aventurar osar jugar

innovar crear inventar
leer escribir criticar
esculpir tallar modelar

expresar exponer mostrar
construir formar edificar

trabajar descansar fluir